¿Es posible imaginar viajar en el tiempo para encontrarse con Jesucristo y entablar una relación con él mismo? De eso se trata Caballo de Troya, la obra de Juan José Benítez cuyos volúmenes están siendo publicados en audiolibros.
Jasón, un astronauta del siglo XX, regresa a los inicios de la era cristiana y se dedica a relatar la historia del gran profeta para algunos, el mesías para otros, Jesús de Nazaret, a quien presenta de una manera poco usual, con mucha jovialidad y frescura, y con cierto aire de familiaridad.
Caballo de Troya representa un hito literario que ha levantado polvareda en medios cristianos y en aquellos que no lo son, con adeptos y simpatizante de ambos bandos, así como detractores y críticos que le han dado la fama que la misma obra merece.
La historia de Juan José Benítez, o, simplemente, J. J. Benítez, le mereció la excomunión por parte de la Iglesia católica romana, posterior al lanzamiento de la primera entrega, lo que generó una ola de comentarios disímiles que favoreció el posicionamiento de la obra como best-seller.
Las posturas diversas de los lectores tienen mucho que ver con la creencia o la doctrina religiosa que manejen. Es posible que un acercamiento a la obra con cierta desnudez religiosa, revele la intensidad literaria del autor y de la obra que amalgama diestramente la literatura y la crónica periodística, con límites bastante difusos.
Por ello es que Caballo de Troya ha sido, en más de treinta años desde su aparición, una obra de ficción que parece tocar realidades incomprensibles que no dejan de sensibilizar y, a veces, de causar cierto revuelo entre los lectores que se aproximan a los libros.
Desde Jerusalén hasta Caná
Los nueve primeros volúmenes de la obra Caballo de Troya llevan nombre de ciudades o lugares relevantes de la Palestina de los tiempos de Jesús. Los dos primeros relatan con detalles que impactan, la vida del personaje central, el mesías desconocido, pero ansiado por los judíos y, contrariamente, el mesías no esperado por los que después se llamarían cristianos, pero sí conocido por éstos últimos a través de sus sucesores: los apóstoles.
J. J. Benítez no ‘inventó’ todo lo que dijo acerca de Jesús. De aquí que las polémicas se sucedieran como un carrusel que eternamente da vueltas en torno al mismo eje. Las diferentes religiones cristianas se pronunciaron sin esquivos acerca de la ‘incoherente’ y ‘mentirosa’ obra que presenta al Dios-hombre de una manera bastante sui generis.
Muchos viajes a Tierra Santa y otros territorios vecinos en veintitantos años, dieron a Benítez suficiente madera para encender su hoguera literaria y revolucionar, en la década de los ochenta, el mundo con su crónica y cuento de un hombre de quien él asegura “no quiso fundar ninguna religión”.
Jerusalén, la ciudad santa donde muere Jesús y no donde nace, constituye la entrega primigenia de Caballo de Troya. Y es que este libro versiona la Pasión y Muerte de Jesucristo, desde la perspectiva de un astronauta quien relata los hechos, pero que también llega a conectarse de una manera increíble con el objeto de su narración.
Viajeros temporales
Jasón y Eliseo son los dos personajes que viajan desde el presente para conocer a Jesús. En Jerusalén llegan en el momento de los sucesos que acontecen previos a la muerte del Mesías, lo que siempre se ha llamado su Pasión.
J. J. Benítez relata esta parte de la historia harto conocida desde una visión distinta, cargada de mucho material extraído de ciertos manuscritos no cristianos y, según su propio testimonio, de investigaciones particulares realizadas en largos períodos de tiempo y viaje.
Jerusalén empieza con los sucesos de Betania y con sus personajes, Lázaro, Marta y María, interactuando constantemente con Jasón y Eliseo, en narraciones que describen detalles inimaginables para aquellos quienes han leído y conocen esa parte de la historia bíblica, centrada en la resurrección de Lázaro, uno de los pocos actores de la Historia Sagrada que ha sido tildado por el propio Jesús como su amigo íntimo.
Resulta interesante introducirse en los vericuetos no-bíblicos de Benítez, escuchando la voz de los astronautas quienes de repente hacen alusión a Caballo de Troya, una operación norteamericana de viajes en el tiempo que, según lo dice el autor, se desarrolló durante la década de los sesenta, dando por contado la verosimilitud de todo lo que se dice en las novelas.
Para el lector o escuchante es todo un reto la interpretación de mediciones, cálculos y alusiones a aparatos y tecnologías mientras se llenan otros espacios con descripciones de la Jerusalén del siglo I, sus costumbres y tradiciones en un vaivén que somete a ser viajero y habitante, al mismo tiempo.
Esta capacidad del autor de hilvanar pasajes y lugares conocidos por una historia milenaria y que muy pocas veces se ha puesto en duda su veracidad o historicidad, da muestra de la sagacidad y potencia de escritura de quien no ha querido desmentir la senda cristiana, sino que ha querido ‘recontar’ su génesis desde una óptica críticamente diferente y no por ello inapropiada.
Ficción o puro cuento
Los nueve primeros libros de la saga: Jerusalén, Masada, Saidan, Nazaret, Cesárea, Hermón, Nahum, Jordán, Caná y los dos últimos que se despegan un poco de la manera narrativa de los anteriores: El día del Relámpago, y El diario de Eliseo. Confesiones del segundo piloto, constituyen las letras de una novelesca e interesantísima trama que sin lugar a dudas mueve los cimientos religiosos de muchas personas y, por otro lado, sumerge a los escépticos o arreligiosos en un entorno que diluye muy bien la línea que separa la ficción de la realidad.
Los críticos literarios, los investigadores y las iglesias cristianas son el público fuerte. En su intento por desentrañar la veracidad de lo que J. J. Benítez asegura ser parte de una exhaustiva pesquisa de documentos y similares, en todas las entrevistas o encuentros con el autor surgen los cuestionamientos a su manera de presentar esta parte tan controversial de la historia, la que marcó el famoso antes y después de nuestra era, llamada ‘cristiana’.
Benítez asegura que sus puntos de vista y aseveraciones están fundamentados en escritos de la época, no revelados por la Iglesia, y en el proyecto Caballo de Troya que como ya se dijo fue, según el mismo autor, un escondido plan de las Fuerzas Armadas norteamericanas con el fin de romper la barrera temporal y permitir el retorno a los tiempos pretéritos.
En este sentido, existen posiciones encontradas con especialistas y expertos de ambos bandos, todos intentando opinar, refrendar o satanizar la obra de Benítez. Este maremágnum de dimes y diretes ha facilitado al público saciar su curiosidad y poder colocarse en alguno de los extremos o en el medio, todo en beneficio de la saga que no deja de causar resquemor, aún.
Jesús en el medio
Los tres primeros libros de Caballo de Troya se enfocan en la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesucristo, considerado el mesías, Hijo de Dios, para los cristianos. La narración de la última cena, la oración en el huerto de Getsemaní, la crucifixión y las apariciones del resucitado Jesús, toman un cariz particular y excepcional en la pluma de este español que ha asegurado que esta figura mesiánica cambió totalmente su vida.
El resto de la saga evoca momentos varios del recorrido de Jesús por los diferentes sitios, su bautismo, las tentaciones, las prédicas, las curaciones y milagros que lo hicieron famoso y motivo de envidia y suspicacia por parte de sus hermanos judíos, quienes, al final, terminaron llevándolo al patíbulo.
Los dos últimos episodios varían notablemente la trama. Aunque siguen presentado al Cristo del año 30, la visión y narración de los personajes es bastante diferente y algo esquiva a los volúmenes previos.
En estos últimos, los personajes secundarios son los que cuentan y exponen lo que ‘vieron’, por lo que es posible acomodarse en una nueva butaca para observar parte de la misma historia.
Al final, Juan José Benítez supo dar en el clavo literario, ‘confundiendo’ más que explicando la vida de Jesús de Nazaret y aunque él asegure que todos los datos que revela son ciertos, no dejan de causar furor en los medios tradicionalmente cristianos:
“—¿No crees que tu Iglesia esté de más?
—¿Mi Iglesia? —preguntó a su vez Jesús que, en mi opinión, había comprendido perfectamente—. Yo no he tenido ni tengo la menor intención de fundar una iglesia, tal como tú pareces entenderla. Mi mensaje sólo necesita de corazones sinceros que lo transmitan: no de palacios o falsas dignidades y púrpuras que lo cobijen”.
Si aún no has leído o escuchado Caballo de Troya, es tiempo de acercarte a esta nueva versión ‘extraoficial’ del Jesús que siempre hemos conocido, y de participar en el debate que la candente obra sigue propiciando sin más entre los lectores de todo el mundo.